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La pasión de Alhena
No dejamos de mirarnos mientras nuestras manos buscaban botones. Después de los botones, las cremalleras. Tras las cremalleras, la piel desnuda. Mientras nos seguíamos mirando, las pieles se juntaron y se sintieron. Cuanto más profundo el dolor, más acuciante el deseo. Tras juntarse las pieles, se juntaron las bocas, las lenguas y la saliva. La ansiedad por el otro dejó pasó a la calma de tenerse y la necesidad de encontrarse dentro. Las pieles ardían como también ardían nuestros ojos que de vez en cuando volvían a mirarse para preguntarse porque habían dejado que aquello tardase tanto en llegar.
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«El iceberg y el volcán»
«Y, de repente, vi claro el iceberg que se había creado y cuya punta salió aquel día, con aquellos besos. Pero aquella punta, como en cualquier iceberg, sólo mostraba una mínima parte de lo que estaba oculto, de lo que se había ido alimentando, creciendo los meses anteriores. Eran los sentimientos los que habían hecho crecer su figura y sólo los hechos que se desencadenaron después los que lo hicieron subir a la superficie. Pero la materia ya estaba allí. Hasta ese momento, fuerte, profunda y arraigada bajo el agua. Y, entonces, al salir, tú decidiste destruirlo completamente. Y aunque mis palabras llamen al hielo, lo que había era un…