Madrid, siempre Madrid
En la memoria de lo que viví,
brillan mis profundas pupilas reflejadas en ti,
tu mano fuerte cogiendo la débil mía,
meciéndose ambas con tu silenciosa melodía.
En la memoria de lo que viví,
están tus sabias palabras grabadas en mí,
como un eco sordo que me movía,
lecciones de vida que me perseguían.
En la memoria de lo que viví,
tus gestos me sacuden lo que yo aprendí,
los abrazos cálidos y fuertes en la cercanía,
las caricias frías y temblorosas en la lejanía.
En la memoria de lo que viví,
vuelan nuestras canciones llamándote a ti,
rasgueo de unas cuerdas que perdieron la armonía,
ahora notas deslavazadas, desgarradas por tu partida.
En la memoria de lo que viví,
viven los tranquilos paseos junto a ti,
tardes infinitas donde a la vida no la temía,
continuidad de atardeceres que me llenaban de alegría.
En la memoria de lo que viví,
el humo de tu cigarro vuelve de nuevo a mí,
matándome lenta en una inmensa agonía,
llamándote en silencio al final de la oscura vía.
En la memoria de lo que viví,
la estrellas me enseñan que sigues allí,
renaciendo entre ellas como su nueva compañía,
radiando luz, pulsando fuerza, llevándoles sabiduría.
En la memoria de lo que viví,
están los edificios que por ti descubrí,
calles, monumentos, parques y museos que destilan armonía,
ciudad que hicimos nuestra con tu osadía y mi energía.
Porque en la memoria de lo que viví,
tú fuiste, eres y serás para mí Madrid, siempre Madrid.