Poemas
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Entre mis dedos
El viento acaricia mi entreabierta boca, furor continuo de puñales chocándose, la mente vagando, recuerdos de una loca noche donde mis sentidos acabaron ahogándose. Tus manos acarician mi entreabierta boca, delicias de un pasado que acabó muriéndose, estallando contra la dura y firme roca, aquel día terminando, aquella vida destruyéndose. Canciones acarician mi entreabierta boca, nota tras nota buscándose, ansiándose, como si una sola alma fuese poca llama para un corazón desgastándose. Palabras acarician mi entreabierta boca, significados y rimas persiguiéndose, historia de un pasado que evoca lo que el latido terminó comiéndose. Tus miradas acarician mi entreabierta boca, tu amor entre mis dedos, escapándose, conciencia cierta de que tu…
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La Cautiva
La película de Alejandro Amenábar, «El Cautivo» es una delicia para los que tenemos, como el autor de El Quijote, una mente inquieta y deseosa de crear y contar historias. Es también un fresco bello y duro de la situación en el Argel de 1575 donde cristianos y moros convivían con sus lealtades y sus hipocresías. Ha salido este soneto pensando en aquellos días de Miguel de Cervantes… Cierro los ojos y veo dos dorados candiles encendidos, intento soñar que las cicatrices ya no son parte de mi piel, busco a mi alrededor las raíces profundas que me mantengan fiel, pero sólo escucho los sonidos de un laud desgarrados y…
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Silencio, Soledad
Silencio, ninguna música en mi mente. Silencio, mi voz hablándome pausadamente. Silencio, sueños creándose como flores que se abren. Silencio, miedos fluyendo, yéndose a ninguna parte. Soledad, tus pupilas alejándose de las mías. Soledad, las palabras muriendo en la orilla fría. Soledad, mi voz cayendo y ahogándose en mi interior. Soledad, hielo en mis venas, hielo en mis manos, hielo alrededor. Silencio, búsqueda de enigmas sin descanso. Silencio, paz en mi alma, latidos en remanso. Silencio, ansiados besos que ya no son urgentes. Silencio, realidad contra deseo fundiéndose en el presente. Soledad, sal en mi boca, ardor en mis labios. Soledad, espinas clavadas en el corazón, letales agravios. Soledad, corazón…
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Madrid, siempre Madrid
En la memoria de lo que viví, brillan mis profundas pupilas reflejadas en ti, tu mano fuerte cogiendo la débil mía, meciéndose ambas con tu silenciosa melodía. En la memoria de lo que viví, están tus sabias palabras grabadas en mí, como un eco sordo que me movía, lecciones de vida que me perseguían. En la memoria de lo que viví, tus gestos me sacuden lo que yo aprendí, los abrazos cálidos y fuertes en la cercanía, las caricias frías y temblorosas en la lejanía. En la memoria de lo que viví, vuelan nuestras canciones llamándote a ti, rasgueo de unas cuerdas que perdieron la armonía, ahora notas deslavazadas, desgarradas…
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Arena en los zapatos
Una playa, un amanecer y una esperanza. Mientras el sol asciende calentándome la piel, yo me dejo llevar por el sonido de las olas rompiendo no contra la arena sino contra mis oídos. Ese sonido intenso que me permite no escuchar nada de mi interior. Concentrada en su sonido, imagino la espuma blanca consumiéndose entre los granos de arena. Conchas de distintos colores y formas, cada una con su historia, con su edad y con su erosión, se amontonan unas sobre otras preguntándome si quiero saber de donde vinieron y porqué acabaron allí. Y yo en cambio, soy la que quiere contarles de donde vine y porqué acabé allí. Porqué…
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«A batallas de amor, campo de pluma»
Deja que use esta bellísima frase de Luis de Góngora para armarla dentro de una poesía ya que el fondo que atesora merece ser utilizado. Si pudiera esta noche no soñar contigo, Si pudiera borrarte como el sol rompe la bruma, Si pudiera olvidar que te convertí en mi enemigo, Si pudiera deshacer tus besos tornándolos espuma, Si pudiera llorarte y hacer de las lágrimas abrigo, Soltar el miedo sin que el dolor me consuma, Si pudiera hacer que las palabras fueran castigo, A batallas de amor, campo de pluma.
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¿Qué diablos están haciendo?
Los pasos de la gente se superponen en mi mente, Las voces resonando como un tambor constante. Imposible dejar de pensar con tantos ecos distantes, que siguen gritando un nombre, siguen buscando urgentes. ¿Qué diablos están haciendo? ¿Porqué no acallar lo pendiente? ¿Porqué incansables recuerdan el precipicio a mis pies? ¿Qué esperan de mis anhelos, clavados a fuego en mi sien? ¿Porqué abrir la cicatriz que aún palpita con lava ardiente? Cúmulo de vórtices a contracorriente, Nudo de lágrimas que yace colgante, Respiraciones cortadas, furtivas, errantes, Latidos y sentimientos perdidos para siempre.
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La pequeña estrella que quiero llevar
Dentro de «El códice invisible» no hay alusiones a la música ni a ninguna canción. Al introducir tantas poesías y por la época en la que transcurre el libro, preferí dejar fuera esa influencia de la vida de Alhena. Pero hay unos versos de una canción italiana que Alhena hubiese hecho suyos y los hubiera reescrito para Rafael así: Tú que siempre entendiste mi fantasia, la encendiste y la apagaste. Entonces te fuiste y volviste más fuerte, Tomaste mi dia y lo volviste mejor, y ahora me paro y te digo otra vez: que soy fuerte y frágil, que no tengo miedo, y que sigo siendo la misma, la misma…
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Bajo el mar, sobre el cielo
Lejano sobre el mar camina erguido, el audible pálpito de un corazón dañado, que ruge constante y acorbadado, por saberse frágil pero también temido. Lucha de amor donde fue vencido, furia de dolor en la que fue ganado, donde rompen las lágrimas que ha derramado y se secan los gritos que había encendido. Grabada en la arena la imagen de su realidad, donde las olas la destruyen a cada momento, dejando inertes y duros granos de soledad. Muestra en su pasado su mayor debilidad, este corazón que no añora su voraz tormento y busca del mar al cielo su futuro y su verdad.
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No es en la oscuridad
No es en la oscuridad donde quiero encontrarte, es en tu luz donde quiero verte. No es en la lejanía donde quiero buscarte, es mirándonte a los ojos donde quiero conocerte. No es en una canción donde quiero recordarte, es creando versos donde quiero mantenerte. No es en nuestras dudas donde quiero hundirme, es en nuestras certezas donde quiero elevarme. No es en la debilidad donde quiero abrazarte, es en la unión de nuestras manos donde quiero convencerte. No es en la flor donde quiero cuidarte, Es en tu raíz donde quiero hacerme fuerte. No es en el dolor donde quiero salvarte, es en el amor donde quiero protegerte. No…