La pasión de Alhena
No dejamos de mirarnos mientras nuestras manos buscaban botones. Después de los botones, las cremalleras. Tras las cremalleras, la piel desnuda. Mientras nos seguíamos mirando, las pieles se juntaron y se sintieron. Cuanto más profundo el dolor, más acuciante el deseo. Tras juntarse las pieles, se juntaron las bocas, las lenguas y la saliva. La ansiedad por el otro dejó pasó a la calma de tenerse y la necesidad de encontrarse dentro. Las pieles ardían como también ardían nuestros ojos que de vez en cuando volvían a mirarse para preguntarse porque habían dejado que aquello tardase tanto en llegar.