«El iceberg y el volcán»
«Y, de repente, vi claro el iceberg que se había creado y cuya punta salió aquel día, con aquellos besos. Pero aquella punta, como en cualquier iceberg, sólo mostraba una mínima parte de lo que estaba oculto, de lo que se había ido alimentando, creciendo los meses anteriores. Eran los sentimientos los que habían hecho crecer su figura y sólo los hechos que se desencadenaron después los que lo hicieron subir a la superficie. Pero la materia ya estaba allí. Hasta ese momento, fuerte, profunda y arraigada bajo el agua. Y, entonces, al salir, tú decidiste destruirlo completamente.
Y aunque mis palabras llamen al hielo, lo que había era un volcán porque era calor lo que corría por nuestras venas y nuestras arterias. Era sangre lo que nos insuflábamos el uno al otro en cada conversación y en cada mirada. Hubo calor aquella noche entre tus brazos y hubo fuego aquel día en el que no pudimos evitar que nuestras bocas se unieran y que nos buscásemos el uno al otro más allá de lo debido.«